viernes, febrero 06, 2009

De dónde venimos


Nací en Lima, y desde los 6 meses hasta los 25 años viví en San Borja. Ví como mi colegio se iba construyendo año a año. Vi como se organizaban kermeses y actividades. Era mostro. El señor Salas manejaba el grupo de los boyscouts (nunca entré por principios, pero había un buen número que si), el papá de Quique y Lalo Villacorta sembró los árboles de la Av. San Borja Norte. El señor Takuma armó un equipo de beisbol, con los años ese equipo de San Borja puso a 3 o 4 de los miembros de la selección infantil que hizo un faenón en un sudamericano de beisbol que se jugó en Lima. Mi tío Miguel organizó un grupo para practicar basket, etc. Las madres, muchas, en cada año tenían a su cargo activar en un numeroso grupo de iniciativas. Había mucha organización barrial.

Con los años San Borja fue creciendo y creciendo, lo que eran terrenos sin construir y campos verdes se urbanizó. Pero de niño, aún había un establo donde se iba a comprar leche fresca. Ibamos caminando apurados al cole. Regresábamos caminando lento, conversando con los amigos. Los parques eran nuestros. Jugábamos. Pelota, beisbol, lo que sea.

Alguna vez dije en una clase de sociología que mal que bien nosotros los san borjinos teníamos una historia similar a la de los pueblos jóvenes: habíamos visto crecer nuestro barrio a punta de la tenacidad de nuestros padres. No me lanzaron huevos porque no habían bodegas en la PUCP. Sigo creyéndolo. Si te provoca me puedes tirar huevos virtuales.

La cosa cambio cuando San Borja se hizo distrito. La iniciativa comunal se dejó en manos del Alcalde y los funcionarios del consejo municipal. Se desmembraron las organizaciones. Se jodió el barrio. Sabotearon los juegos en los parques poniéndoles veredas, plantas y vírgenes al centro. Fueron los alcaldes del PPC.


Juan C, puneño, y contemporáneo me contaba en Gamarra que el creció en el cerro El Pino. Su papá había venido de Ollaralla, por el sueño de tener una bicicleta. Por ese sueño pasó de albañil a confeccionista. No sabía coser, pero aprendió. Años después construyó junto con un grupo de sus paisanos dos galerías en Gamarra. Me contó en alguna entrevista como disfrutaban el techado de la primera galería, lo hacían ellos mismos. En la segunda, el proceso no fue el mismo. Las tareas las hacían los contratados. Juan C, me contaba que se sentaba en el borde del muro de su casa a mirar el horizonte. Miraba Lima en panorámica desde el cerro El Pino. Soñaba. Hoy tiene una fábrica de confecciones.


Una multiplicidad de historias dan forma a nuestra generación. Quizás algo en común es que en la gran mayoría de los casos, vimos de muy chicos como una sociedad activa pasó a entregarle la iniciativa al Estado y al mercado. Y la hacerlo, se perdió mucho. Lo social, lo colectivo, "lo que es nuestro" perdió su corazón. ¿Y nosotros? Aún queda el gran reto que Estado y mercado funcionen, bacán, como antes funcionaron las organizaciones espontáneas de la gente. Y claro, queda el reto de que la gente vuelva a organizarse para hacer cosas en sus barrios.