miércoles, febrero 08, 2006

Usted ha dejado de ser pobre, señora


Juan Infante

Paso tres días en casa de una familia en el Guasmo Sur, un enorme barrio popular de Guayaquil, Ecuador; muy parecido a cientos que pueblan Latinoamérica.
El discurso de todos aquí es que son pobres y que viven en un barrio pobre. Sin embargo, si no fuera por la ausencia de servicios públicos de desagüe yo me atrevería a decir, que la población del Guasmo Sur ya no es pobre, o relativizando, no es tan pobre como ellos mismos se auto perciben.
Durante estos tres días camino por el Guasmo y veo el esfuerzo notable de su gente; a lo largo de los años, la mayoría de ellos han edificado casas que si bien no están en su mayoría terminadas asumo que permiten vivir con suficiente confort a las familias que viven en ellas. Además, gracias a sus organizaciones tienen una vida comunal activa que permite que niños, jóvenes y padres se encuentren con frecuencia y disfruten de estimulantes actividades de recreación: deportes, actuaciones, desfiles, etc.
Pero sobretodo es la convivencia en la casa de la señora María la que me despierta más inquietudes. Su casa si bien no tiene todos los acabados: puertas, mayólicas, pintura, etc., está llena de artefactos. Si recuerdo bien: por lo menos dos televisores grandes (uno en el cuarto de su hijo y otro en el comedor), una buena cocina, un horno a microondas, refrigerador, dos equipos de sonido, VHS y DVD, un flamante equipo de lavado y secado de ropa, una máquina de coser industrial e incluso una cocina industrial.

La última mañana de mi estadía me siento con María y le pregunto a boca de jarro si ella se es pobre.
- Claro -me dice-, soy pobre.
- Yo no lo creo -le contesto-. Yo creo que usted y su familia hace tiempo dejaron de ser pobres.
María se sorprende y adquiere un pequeño brillo en los ojos.
- ¿Por qué cree que no soy pobre? - me pregunta.
- ¿Yo soy pobre? – le replico.
- Claro que no, usted viaja mucho.
- Si, yo no soy pobre, pero yo creo que usted tampoco, por ejemplo, usted tiene mucho más artefactos que yo. Si fuera por los artefactos que usted tiene, usted es más rica que yo.
María se sonríe, le gusta lo que escucha.
- Será porque usted no quiere tenerlos - me dice.
- Ja ja ja, es probable, pero sabe, usted tiene una casa propia, yo no; y tiene un hijo en Venezuela y su hijo menor ha viajado varias veces incluso fuera de su país, así que dentro de su familia también hay personas que viajan.
María abre más los ojos sorprendida.
- ¿En serio usted cree que no soy pobre?
- En serio -le respondo-. Mire usted, seguro mis ingresos son más altos pero los suyos no son tan bajos, quizás usted pueda utilizar su dinero en comprar otras cosas, en terminar su casa, poner las puertas a los cuartos, terminar de poner losetas en su baño o viajar. Pero usted ha decidido comprar artefactos y algunos de ellos ni los usa.
- Si pues, no uso ni la máquina de coser, ni el horno y todavía no uso la lavadora ni la secadora, la acabamos de comprar.
- ¿A dónde quisiera viajar? -le pregunto.
- No se -me responde-, viajar, conocer otros lugares, eso quisiera.
- ¿Cuánto le ha costado ese juego tan bello de lavadora y secadora de ropa?
- Como 900 dólares.
- Ha podido ir a Venezuela a visitar a su hijo –le digo-, pero usted decidió comprar sus artefactos, pudo viajar y quitarse el clavo, o comprar algo más chico.
- ¿En serio?
- En serio.
- ¿Ya no soy pobre?
- La verdad, objetivamente hablando usted no es pobre. No tengo un certificado para entregarle, pero si de algo sirve que se lo diga, usted ya no es pobre señora, ¡felicitaciones!

María sonríe, me ofrece más pan, le digo que ya comí suficiente, que muchas gracias, que me voy a bañar y que luego saldré a caminar por el Guasmo.

Ya en la calle, llego a la canchita del barrio donde hay una actividad donde decenas de pequeños niños han concursado vestidos con disfraces y ahora se desarrolla un campeonato de fulbito. En eso veo pasar a María, vestida de fiesta, con colorete, chapas y sombras en el rostro. Está radiante, parece que ha recibido una buena noticia.

martes, febrero 07, 2006

Rosalía

Vi el programa de Gastón Acurio dedicado a La Punta y me llamó la atención los elogios que brindó al restaurante de pescados Rosalía. Almorzando con mi padre le hago la mención y me dice que el también vio el programa, que conoce donde queda el restaurante y que es estupendo. “Hay que ir -le digo-, llévame; datos como ese merecen heredarse” y mi viejo, ni corto ni perezoso invita a ir a Rosalía a los dos días, “pejerreyes enrollados para todos” -ordena- esbozando una sonrisa.

Así que el día convenido enrumbamos al Callao y su memoria culinaria nos llevó directo y sin equívocos a este restaurante que él no pisaba hace más de 20 años: ¡bingo! Hace tiempo que no disfrutaba un almuerzo como aquel jueves. El restaurante es pequeño y últimamente está más lleno que de costumbre.

En la pared en un papelógrafo blanco estaba escrito el siguiente comunicado:

“A nuestros queridos clientes, a ustedes que depositaron su confianza en nosotros y nos han acompañado en estos 39 años, quiero agradecerles de todo corazón.
Hoy a partir del programa del señor Gastón Acurio nuestra demanda se ha incrementado enormemente rebasando nuestra capacidad por querer atenderlos como ustedes se merecen. Por este motivo quiero pedirles perdón por todas las incomodidades que han encontrado por esta situación. A la espera que pronto se normalice – decirles que siempre estaré dispuesto a servirlos una vez más.

Muchísimas gracias

Ernesto

Nuestro horario de atención Lunes a sábado de 12:00 – 5 p.m.”

Así que valga esta nota, en homenaje a los tremendos cocineros del Rosalía que nos emocionaron doblemente (por la comida y por su comunicado), a Gastón Acurio por su loable tarea, a mi viejo por su memoria prodigiosa para los placeres culinarios y que sirva, para que ustedes se den un salto por el Callao. Rosalía queda en Atahualpa No 602 – Callao, altura cuadra 8 de Guardia Chalaca, ¡provecho!