lunes, setiembre 15, 2008

El Paraíso



Por Juan Infante
Foto: Evelyn Merino-Reyna
Artículo para El Tiempo de Piura

¿Podemos construir un paraíso? ¿Puedes ayudarme a construir mi paraíso? ¿Puedo ayudarte a construir tu paraíso? Lo digo porque usualmente pensamos que es imposible ponernos de acuerdo entre seres humanos para construir un mundo mejor.
Siempre me he preguntado por qué los pueblos chicos no funcionan bien. El dicho “pueblo chico, infierno grande” me llama a la reflexión. Pueblos chicos y bonitos, llenos de recursos, pero no funcionan bien. Mucha pobreza, mucho descuido, mucha espera y muy poca acción. Cuando camino por nuestro país siempre pienso: ¿Cómo es que las mil, tres, cinco, diez mil personas de este pueblo no se pueden poner de acuerdo para vivir en un paraíso? Entonces, claro, si nuestros pueblos no funcionan mejor, el país no funciona mejor.

Parece que el asunto es así: antes de comenzar algo, ya estamos derrotados. Y no hablo de comenzar una epopeya, una cruzada que parece casi imposible o un acto heroico.
Hablo de comenzar a hacer algo simple que nos lleve a vivir mejor. Es decir, ponernos de acuerdo en respetar una norma o un principio o hacer alguna práctica cotidiana que nos mejore la vida.
En nuestra cultura, en nuestro país, por más simple que sea el acuerdo al que tenemos que llegar, muchas veces lo que prima es la derrota anticipada: ¿Para qué vamos a conversar si no vamos a ponernos de acuerdo? ¿Para qué vamos a intentar si se que igual se van a oponer?, ¿Para qué vamos a comprometernos si es una pérdida de tiempo?, ¿Para qué?, ¿Para qué?...

Y es este derrotismo que cargamos como punto de partida el que nos lleva al fracaso de cualquier esfuerzo de construir una sociedad mejor. No va a salir, mejor no intentemos. Y ante esa pérfida dinámica pasan los años y no desarrollamos, no generamos liderazgos en todos los ámbitos y, generación tras generación, vivimos mal. O lo que es más grave, cada vez peor.

Y es este derrotismo el que nos hace esperar a un salvador. Un político mesiánico que nos resuelva el problema. Un Estado benefactor que se haga cargo de nuestras vidas. Un gobierno local que haga todo por nosotros. Una varita mágica que transforme nuestras vidas. Y así, seguimos esperando hasta que la muerte toca nuestra puerta y… quizás, nunca perdemos las esperanzas, ahí encontremos el paraíso.

¿Te suena? Por eso, me parece que es mejor cambiar de actitud. Yo creo que uno puede construir su paraíso. Uno puede y debe hacer que su barrio funcione mejor. Uno puede y debe hacer que las personas que compartimos un territorio vivamos en paz, tranquilos, sanos y felices. El asunto es comenzar a confiar más en que podemos vivir mejor y que debemos juntarnos a conversar acerca de cómo lograrlo. El asunto es que seamos muchos los que seamos ese Uno.
Y que podamos actuar en conjunto y aislar a los sujetos nefastos en vez de permitir que los sujetos nefastos nos aíslen a nosotros. Los malvados son siempre menos que los buenos. Pero los buenos generalmente nos dejamos vencer fácilmente por los malvados.

- Podemos hacer del Perú un paraíso.
- Ríes burlón.
- ¿No me crees? – te digo.
- ¿El Perú un paraíso? – me preguntas con tono burlón, riéndote…
- Si, porque no hacemos del Perú un paraíso – me afirmo.

Define cuál es tu idea del paraíso, cuáles son las cosas que tendrían que funcionar y cómo tienen que funcionar las cosas. Defínelo respecto a tu vida, respecto a tu familia, a tu barrio, a tu ciudad, al Perú. Y luego comparte eso. Las sociedades se construyen. No existen milagros. Construyámosla.

Las sociedades son como sus integrantes quieren que sean, así como las parejas son lo que hombre y mujer deciden ser juntos y las familias establecen sus relaciones de convivencia como sus miembros eligen vivir.

¿No te gusta tu relación de pareja?, ¿no logran vivir en armonía y ves que no podrán construir armonía?, pues es mejor que te separes.
¿No te gusta tu barrio?, ¿no vas a intervenir para que mejore?, entonces múdate.
¿No te gusta tu ciudad?, ¿no vas a hacer nada para que mejore? Entonces migra.

Porque si te quedas, no vas a ser feliz. Y lo que es peor, tu mala onda va a afectar la felicidad de los demás. Pero si te quedas, ponte el overol del albañil y empieza a construir.

1 comentario:

Miss Julia dijo...

Qué descarnada y positiva visión respecto a nuestra idiosincrasia.

Es verdad, nada más en el aspecto personal, cuántas veces nos quejamos de los errores que nuestros padres o familiares han cometido con nosotros, cuando no hacemos nada para mejorarlo; nos pasamos años completos quejándonos de los rezagos de nuestra infancia; en vez de tomar en nuestras manos nuestra cura y nuestro ahora.

A veces es simplemente una cuestión de visión, de percepción del mundo que nos rodea; somos una sociedad que es producto de una transculturación; ya nos hemos reconocido, ahora es tiempo de obrar. Como bien dices, Juan, partir de algo tan sencillo y honesto de cómo queremos que nuestras vidas sean,cómo queremos nuestro paraíso.