Juan Infante
En peruenrumba.blogspot.com/
Los astros confluyen para que sintamos que en el 2006 a los ciudadanos peruanos nos gustaría elegir entre dos opciones de gobierno: la Corrupdura o la Corrupcracia. En esa disyuntiva muchos peruanos (muchos más de los que aparecen en las encuestas) apostarían si pudieran por una Corrupdura como la experimentada durante los períodos de gobierno fujimorista. Específica y directamente si no hubiese censuras, a estos compatriotas les gustaría poder reelegir a Alberto Fujimori.
Para muchos peruanos una Corrupdura como esa tiene ventajas sistémicas frente a la corrupción de cien cabezas que ofrece la Corrupcracia de los partidos políticos. Así que, ante la inexistencia de otras alternativas, creo que vale el esfuerzo ponerse a pensar acerca de cual de estos dos sistemas de gobierno es más beneficioso para el Perú.
Si nos ponemos SERIOS y hacemos el ESFUERZO de analizar la Corrupdura, no debería sorprendernos sus altas preferencias, más bien tendríamos que hacernos un SEVERO llamado de atención: a la Corrupdura no debería desechársele tan alegre y simplonamente.
Hay ventajas en tener un sistema centralizado de corrupción: es explícito y claro, sus procesos son previsibles, uno sabe con quien hablar y las decisiones se respetan hasta las últimas consecuencias. Es el paraíso de la estabilidad, las reglas son las reglas y, una vez que están hechas a imagen y semejanza, no varían a capricho ni por negociaciones bajo la mesa ni por presión popular. Uno negocia con el jefe y gracias a ello, en cascada, hasta el último funcionario tiene muy claro como actuar y actúa sin pedirle al beneficiario nada a cambio, las órdenes superiores se respetan. El pago se efectúa a la cabeza, una sola vez y punto. Ella se encarga de repartirlo entre los funcionarios de menor rango. Será caro, pero uno paga calidad de servicio.
Los principales beneficiarios de la Corrupdura, luego de los jefes y su entorno, son los pragmáticos, una tipología de empresarios y personalidades a los que les gustan las cosas prácticas y saben que esos asuntos del mercado y la competencia son una tontería; palabras bonitas pero cojudeces al fin. Esos empresarios pueden desarrollar negocios lícitos o ilícitos, negocios fronterizos (casi ilícitos, casi lícitos) o incluso manejar una plataforma de negocios donde se combina todo. Estos empresarios basan su éxito en decisiones o ausencia de decisiones del aparato público: privatizaciones, concesiones, autorizaciones, permisibilidad ante sus monopolios u oligopolios, preferencia en las compras estatales, juicios a favor en el ámbito civil o penal, uso de la fuerza pública, etc. Siendo socio de la Corrupdura, la cancha se inclina tanto a tu favor que meter goles, ganar por goleada y ser vitoreado es fácil, facilísimo.
La Corrupdura mantiene el país ordenado y eso les gusta a los ciudadanos: gerencia y controla el narcotráfico, el contrabando y hasta la delincuencia común sin escandaletes. Da de comer y a cambio exige tranquilidad a políticos, líderes gremiales, líderes de opinión pública, etc. La gente que se une a la Corrupdura es pagada puntualmente, no necesariamente con mucho, pero con lo suficiente para progresar, comprar el auto, la casita, ir al club, viajar y finalmente veranear con casa propia.
Para que el sistema funcione eficientemente debe lograrse, además, estrecha relación con amplios sectores de la población. A esos sectores hay que nutrirlos adecuadamente y proporcionarles algo de infraestructura, regalos y discursos que los hagan sentir bien. Si la Corrupdura hace eso con eficiencia (y a nivel nacional) contará con un amplio respaldo popular y, con ello, la estructura de negocios de los miembros del cuerpo de la Corredura queda asegurada por largo tiempo.
La pobre Corrupcracia analizada como ALTERNATIVA no tiene tantas ventajas para grupos específicos. En principio, en la Corrupcracia muchos partidos y muchos miembros de esos partidos quieren sacar su tajada. No hay mando unificado ni reglas claras. Hay que pasar por múltiples cajas y el negocio puede colapsar en cualquier momento, uno no tiene control de los resultados. En la Corrupcracia los períodos de estabilidad son muy pequeños y los interlocutores en las negociaciones en el Ejecutivo pueden variar cada tres meses. Lo más estable en la corrupcracia son los Poderes Judicial y el Legislativo y en ellos, sobretodo en el segundo, siempre se puede desatar el chongo y ya sabemos que la ciudadanía tolera el robo pero no el escándalo.
La Corrupcracia genera desorden nacional. Las instituciones no funcionan ni en sus sedes centrales ni en las regionales ni locales. El saqueo es generalizado y el lema principal “coge algo mientras puedas” parece estar presente en buena parte de los escritorios y uniformes de la administración pública y esa imagen destruye cualquier intensión política de tener sectores de la población a favor. Si no eres de los Capos, los períodos de vigencia en el poder en la Corrupcracia son pequeñísimos y las disputas sangrientas.
Es está la disyuntiva a la que nos vamos a enfrentar en el 2006, sólo tenemos dos opciones ¿Corrupdura o Corrupcracia? ¿Por qué no empezamos a hablar de cómo pasar de la Corrupcracia a la Democracia? ¿Por qué los generadores de opinión pública no cambian de agenda? ¿Por qué las Universidades y los intelectuales no toman en serio sus responsabilidades?
El escenario es trágico, patético y espero haber producido por lo menos algo de escozor en tu alma. ¿No quieres ni Corrupdura ni Corrupcracia? ¿Te parece un escándalo tener sólo estás dos opciones?
El Perú merece algo mejor por supuesto. Pero todo hace indicar que en el Perú la GENTE DECENTE no tiene la fibra suficiente para enfrentarse a los pendejos. Los DECENTES no nos compramos los pleitos de manera permanente, nos vencen fácilmente, somos flácidos, cobardes, comodones.
Un país no se construye desde la comodidad de tu casa o la tertulia rajona con los amigos. Un país no se construye con una purificadora presencia eventual en las calles. Los decentes tenemos dos opciones: o asumimos nuestra complicidad con la Corrupdura o la Corrupcracia (y nos dejamos de joder) o salimos del clóset, participamos activamente en la vida pública del Perú y damos la pelea todos los días, hasta siempre.
Pdta.
Hay una generación de decentes que está en edad madura para gobernar. Espero que decidan asumir su responsabilidad este 2006.
martes, agosto 02, 2005
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