viernes, julio 14, 2006

Para dejar la pobreza en el pasado


Juan Infante
publicado en www.peruenrumba.blogspot.com

No podremos dejar la pobreza atrás si nos concentramos en imágenes conmovedoras como la de niños cara sucia, pies descalzos y semidesnudos. El acto reflejo nos llevará a pretender lavarles la cara todos los días, limpiarles los mocos y vestirlos con nuestra vestimenta usada y de descarte.

Es así actuamos como las personas: vemos en el pobre (y siempre hay alguien más pobre que uno) al sujeto receptor de limosna y, por ello, pretendemos solucionarle su cortísimo plazo. Plenos de buenas intensiones, ansiosos por agrandar nuestro terreno en el reino del señor y reactivos ante el sentido de urgencia que brindan cifras impactantes pretendemos reemplazar a los padres de los niños.

Sin que nos importe y tal vez sin darnos cuenta, anulamos de esta manera la posibilidad que los niños tengan en sus padres un modelo de conducta a imitar; y sobretodo, anulamos a los padres como personas responsables: condenándolos a la condición de mendigos.
Con el tiempo y a medida que los niños crezcan, los padres se convertirán en lastre, pasado vergonzoso, historia oculta: marca indeleble.

Es esta filosofía de actuar individual caritativo la que está en el origen de todos los programas sociales de los gobiernos del mundo. Paradójicamente es esta filosofía la que explica el por qué aun no somos capaces de generar un mundo con menos pobres.

La mayoría de personas en el mundo está objetivamente en condiciones de valerse por si misma y por tanto, debería, también poder hacerse cargo de sus hijos durante el período en que ello es necesario.

¿Por qué ello no ocurre?
¿Por qué si objetivamente el ser humano es capaz de valerse por si mismo hoy casi el 50% de la población mundial es considerada pobre?
¿Por qué, destinándosele miles de millones de dólares al tema de la superación de la pobreza los resultados son tan desalentadores?

La primera respuesta está en la incapacidad de deshacernos del impulso caritativo que nos empuja a anular las capacidades del ser humano en condición de pobreza.

Cuando ese impulso caritativo se traslada de la esfera de los individuos e inunda los gobiernos y las agencias multilaterales el pobre se vuelve un mendigo miserable.

www.bansep.org