viernes, agosto 18, 2006

Pena de vida

Por León Trahtemberg
Publicado originalmente en Correo, Perú, 18 08 2006

Si toda la energía política y mediática usada para tratar el tema de la pena de muerte se hubiera concentrado en tratar el de la “pena de vida”, es decir, cómo lograr que los peruanos desde que nacen se mantengan vivos y que esta vida sea digna, el Perú ya hubiera dado un enorme salto ético hacia delante. Aun en la hipótesis de que se aprobara la pena de muerte, el primer asesinado por el Estado moriría después del 2011. Levantar el debate en los primeros 30 días de gobierno tiene un valor distractor y movilizador de emociones con el Presidente al frente de la vocación “penamuertista”, pero mientras tanto, ¿qué pasa con los peruanos vivos, especialmente los niños más pobres y excluidos? Según UNICEF y el INEI, de 10 millones de niños, 6.5 millones son pobres (viven bajo la línea de pobreza) y 2.1 millones son niños pobres extremos. De cada mil niños nacidos, 33 mueren antes del primer año de vida; 57% muere por enfermedades perinatales, respiratorias y diarreicas que se podrían curar con pocos soles. El 38% de los menores de cinco años presenta dolencias o enfermedades, dos tercios de las cuales nunca fueron atendidas. Cuando tienen seis o más años, el 39% tiene que trabajar a costa de dejar sus estudios; 75% registra retraso escolar durante la primaria. El 25% de los niños tiene desnutrición crónica, aunque en departamentos como Huancavelica llega a 54% (más que en Afganistán); 25.4% de los menores de cinco años sufre retardo en el crecimiento o enanismo por malnutrición, lo que afectará su atención, concentración, desarrollo motor, neurológico, etc., es decir, su aprendizaje escolar. Pese a todo ello, el gobierno no se ha planteado la meta de desnutrición cero, ni siquiera para Huancavelica y Ayacucho. En cambio, ha anunciado que en un año reducirá a cero el analfabetismo de los mayores de 15 años en Ayacucho y Huancavelica, y en cinco años en el resto del país (unos tres millones). Todos los entendidos en el tema saben que eso es imposible, especialmente con los mayores. ¿No tendría más sentido una meta más modesta pero de enorme efecto multiplicador en salud, educación y pobreza como sería lograr la desnutrición cero y desatención médica cero al menos para niños de cero a cinco años nombrando a un “defensor de la Infancia” y asignándole esa tarea con metas y recursos muy precisos?

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