viernes, diciembre 16, 2005

Auschwitz II – Birkenau


Juan Infante

Detrás del arco de unos trescientos metros está Birkenau, la sede mayor del holocausto de los judíos. Ha nevado todo el día, son cerca de las cuatro de la tarde y todo comienza a oscurecer. Siguen ahí la línea de tren y la mayoría de barracones del lado derecho. Del lado izquierdo queda poco. Ruinas de la época más miserable de Europa.
En total Birkenau llegó a albergar en sus 250 barracones a 100 mil presos a la vez. Es aquí donde estaban las cámaras de gas. Dicen que en sus crematorios se podían incinerar 4756 cadáveres diarios. Los trenes de prisioneros llegaban, eran seleccionados, muchos conducidos directo a las cámaras de gas y de ahí ya cadáveres a lo hornos de incineración. Otros me imagino que estaban ahí semanas o meses y luego seguían el mismo camino. Un millón cien mil seres humanos fueron asesinados en Auschwitz, la mayoría aquí, en Birkenau.
Camino hasta el fondo y encuentro una delegación de soldados preparándose para una ceremonia. Me sorprendo cuando descubro que son soldados israelitas. Confieso que lo menos que esperaba aquí era una presencia militar y me siento agredido por su presencia uniformada. Y que ese sentimiento me incomoda pues son judíos rindiendo honores a su pueblo asesinado.
Pero también debo confesar que me entra miedo de mi color moreno, me da miedo parecer árabe, musulmán. Me da miedo que mis armas de turista, las cámaras de fotos y video los asusten. Y que su susto y mi ser marrón me metan en problemas.
En Polonia, sin hablar nada de polaco. En Polonia donde pocos hablan inglés y casi no existe persona que hable español. En Polonia que hace apenas 15 años dejo de ser territorio soviético.
¿Cómo será un calabozo polaco? ¿Qué tan amable sus fuerzas represivas? ¡Confiesa, confiesa!
Se me acerca un vigilante, me pregunta que hago mirando. Que le puedo decir que no sea la verdad, soy un turista. No le cuento que soy un turista sorprendido por la presencia de una delegación militar israelí aquí. Me alejo y me siento sospechoso. Me alejo y me sienten sospechoso. Que huevada, deberíamos darnos un abrazo todos y dar un homenaje a todos los muertos civiles de Auschwitz, guardar silencio todos los minutos necesarios y luego tratar de entendernos. Pero no podemos, nos inunda el miedo.
Sigo caminando pensando que no cargo ningún dato de la embajada peruana. Ya se hizo de noche y no llegan a ser las cinco de la tarde. Hay poca gente. Los barracones están oscuros, no hay luz, hace mucho frío. Entro en las barracas, con mi miedo de sospechoso, con dolor y con mi miedo a la oscuridad de las barracas.
Salgo ya resfriado. El taxi espera.

No hay comentarios.: