Tigres y Dragones
El cuco ya está entre nosotros
Juan Infante
1. Recuerdo que hacia octubre del año 94 recibí una llamada de una compañía coreana para invitarme a conversar acerca de posibilidades de comercio exterior con ese país. Yo había comenzado pocos meses a sacar la revista Gamarra y fungía de empresario, director, articulista, fotógrafo y canillita. Comenzaba a ganarme un espacio en Gamarra a punta de caminar galería por galería y conversar con los empresarios, pero una llamada de una compañía extranjera “para conversar” no estaba en mis planes. Con la sorpresa al hombro asistí a un edificio en la avenida Pardo en el distrito de Miraflores. No recuerdo con quién hablé ni que cargo tenía, pero el mensaje que recibí en esa reunión y lo que sucedió los años siguientes en Gamarra desarrollaron en mí un instinto de desconfianza básica frente a los discursos fundamentalistas de apertura de mercado. Me expusieron básicamente lo siguiente: estamos acá porque queremos colocar nuestros productos textiles. Gamarra es una zona de confecciones importante y nos interesa. Necesitamos agentes que comercialicen nuestros productos. Mi respuesta hizo énfasis en las dificultades que podría tener su ingreso en el mercado porque lo que estaba ocurriendo en Gamarra era que existía mucha entrada de productos de dumping, subvaluados y de contrabando. Me respondieron que eso no importaba, que ellos ponían la mercadería con impuestos o sin impuestos, que ellos arreglaban todo, los productos iban a estar a los precios más bajos siempre; lo único que necesitaban eran agentes comerciales. Contuve mis nauseas y decidí jalarle un poco más la lengua a mi interlocutor. La compañía que tenía al frente contaba con apoyo de su gobierno y era una cabeza de playa de muchas compañías coreanas.
Nunca más pisé físicamente esa oficina ubicada en un edificio en la cuadra 8 de la avenida Pardo frente a la Embajada de Brasil, confieso, sin embargo, que mentalmente siempre vuelvo; fanfarrón o no, ese funcionario coreano me dio una lección de la vida real. Esa mañana del 94, de vuelta a mi oficina, leo el periódico… tanta defensa ingenua a la apertura y tan poca preocupación por el control y respeto a las normas, y me pregunto ¿cuántas veces nuestra alfombra roja se manchó con barro? Una cosa es establecer una relación comercial, la otra que te asalten con tu consentimiento.
2. En 1995, buena parte de los empresarios que conocí en Gamarra vendiendo tela importada traída de Panamá estaban al borde de la quiebra. Ellos que habían aprovechado las nuevas leyes habían desplazado años antes a los peruanos que vendían telas Made in Perú. Su negocio era ir a Panamá, elegir las telas, hacer el encargo y recogerlas en el Callao. Contenedores de contenedores les significaron estupendos ingresos. Pero en el 95 se les acabó la fiesta de porrazo. Esta vez, eran los peruanos que se ligaban directamente con Corea los que los desplazaban. La estrategia fue simple, coreanos ubicaron a posibles distribuidores en Gamarra, les ofrecieron precios muy bajos y estos tuvieron un diferencial competitivo frente a quienes traían la mercadería de Panamá. En el año 96 quebró el último de los importadores vía Panamá. Luego, comenzaron a aparecer directamente los coreanos. Libre de competencia “panameña” los coreanos comenzaron a quebrar las leyes “éticas” de las cadenas de distribución. Le vendían a sus distribuidores peruanos a un precio y luego abrían su tienda de venta directa en la que vendían el mismo producto a un precio más barato. Como es lógico, los comercializadores peruanos quedaban siempre en off side con los precios y comenzaron a quebrar. Al inicio estos coreanos no permanecían mucho tiempo en Gamarra, tres meses, en promedio y luego se marchaban, luego, se instalaron. Y así, en apenas cinco años, todo cambió en Gamarra. Primero fue desplazada la producción de tela nacional, luego el importador peruano, luego el comerciante peruano que dio paso al comerciante coreano golondrino para finalmente tener al gran distribuidor coreano.
3. En agosto de 1998, el juez Escobar acepta una acción de amparo para permitir la venta de ropa usada. Días después, a inicios de setiembre, Gamarra responde contundentemente con un cierrapuertas y una gran marcha a Palacio de Justicia y el Congreso. Por miedo y como forma de detenernos, el Congreso aprueba, a última hora del día anterior a la movilización, una ley que invalidó la resolución del juez Escobar, nunca entendí que malabares hicieron para ello. Tampoco logro entender el asunto de la ropa usada. Cuantitativamente la industria de las confecciones es, de lejos, la que mayor número de unidades productivas tiene y era evidente que permitir la importación de ropa usada en el Perú iba a significar la quiebra de buena parte de esa industria. La única explicación que se me ocurre es que era un buen negocio para alguien que había acumulado mucha ropa usada en el Perú y que ya la estaba distribuyendo descaradamente por todo, todo, el Perú. Porque, en esa época, por donde uno iba ya había ropa usada, en los mercados de provincia, en cada pueblo del interior, en La Victoria, Miraflores, Comas, y por supuesto en el territorio liberado que es la avenida que lleva el nombre del Almirante Miguel Grau. Entonces, el asunto de la ropa usada, podría haber sido, simplemente, un tema de regularización, porque igual con recurso de amparo anulado y con ley de por medio fueron meses de ropa usada en las calles de todo el Perú y supuestamente no había entrado contenedor alguno, según la información oficial, claro.
4. La avenida Grau es el reino del contrabando de ropa. Inmensos galpones con ropa ingresada por contrabando. A vista y paciencia de todos, protegida por un sistema de seguridad, hombres, equipos, cámaras de video, que parece montada por un experto en inteligencia.
5. En el año 2000 fui convocado por una empresa peruana importante del sector textil. No produce telas, sino otros componentes de la prenda. El dueño estaba preocupado por la tendencia a la baja de sus ventas en el mercado interno. Quiero comprender Gamarra me dijo... me quedó claro por qué los coreanos nos llevan años de ventaja.
6. 2004, hecho histórico: se dictan las medidas de salvaguardas contra los productos textiles provenientes de China. A diferencia de los coreanos que venían con sintéticos, los chinos vienen con algodón. Los empresarios de las confecciones saltan de alegría cuando se da una medida por la cual lucharon y que ya venían demandando hace años. La comunidad empresarial los mira mal, los tildan de “proteccionistas” a través de los medios de comunicación. “China se va a amargar” dicen y eso va a perjudicar a los otros sectores exportadores peruanos. Y sigo sin entender. ¿Si se demuestra que alguien hace trampa, el comportamiento normal no es hacerle el pare?
7. Más… ¿trampas?, la jefa de la Sunat sale a denunciar que se ha encontrado mercadería con productos chinos reetiquetados y que en ello estaría involucrado nada menos que Saga Falabella. La noticia desapareció de los medios y la jefa de la Sunat también.
8. Los territorios de China e India dan albergue juntos a 2 mil 400 millones de personas. Esto es mucha, pero mucha gente. Dos países, dos gobiernos, son responsables del 40 % de personas en el mundo. Países con una enorme cantidad de gente muy pobre, dispuesta a trabajar por muy poco. Esos países son ya el parque industrial del mundo y tienen, todavía, muchos lotes en venta que pronto serán ocupados por más y más fábricas.
9. En octubre del año pasado visité una fábrica de confecciones en Bangladesh (140 millones de habitantes). País pobrísimo y sin instituciones donde el salario mensual puede ser de 30 a 40 dólares y no hay Estado benefactor ni socialista. Me impresionó la fábrica. La zona de confección parecía un mercado. Demasiada gente por máquina, es probable que la zona de confección tuviese 200 máquinas, la sala tenía 700 personas. ¿Por qué? De repente esa muchachada está en entrenamiento. Salí de allí con un polito de regalo, bastante simple, con cuello, pero simple, nada que ver con las maravillas que están haciendo acá los grandes fábricas exportadoras, nada que ver, por ahora.
10. China e India están corriendo hace bastantes años la ruta del crecimiento económico. No tienen necesariamente suficiente personal calificado ni en los niveles empresariales, ni técnicos ni operativos, pero son un montón. Su infraestructura es aun más precaria que la nuestra. Pero aprender es fácil. Y aprender a hacer las cosas bien no es difícil. Su capacidad de atraer capitales es inmensa. Son rápidos, moscas y no tienen ética exterior, es poco probable que algún país la tenga. Ya nuestras casas son prácticamente Made in China, enchufes, lámparas, focos, vajilla, es probable que la pintura o sus insumos, los artefactos eléctricos, la computadora de marca japonesa en la que escribo estas líneas, la ropa que se compra en Grau, Gamarra o Ripley (la de Saga no sabemos porque juegan con las etiquetas), y revisen si han comprado sus muebles y adornos en un gran almacén, si estos son importados, y si es así, dónde han sido elaborados). Y esto recién empieza.
Conclusión. El Perú es un país sin proyecto y sin ética interior. Un país que no se quiere, que no se aprecia, donde la mayoría de personas, en todos los sectores económicos, quiere salir al extranjero o con un extranjero. Un país institucionalmente muy endeble y donde cualquier mafia tiene gran facilidad de movimiento. Somos además un país sin liderazgo.
Es fregado, por ello, imaginarse en el futuro, nuestras posibilidades de acción. Porque si esto no cambia es probable que en 20 años, los alimentos repartidos en los programas asistencialistas sean donaciones de la potencia China o India, porque por esas zonas del Asia va a ser difícil que retrocedan.
Artículo publicado en Quehacer 148, julio 2004
viernes, junio 03, 2005
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1 comentario:
Soy peruano. pero cuando el peruano promedio tenga la inteligencia, nocion de ahorro y otras cosas mas de un asiatico, seremos mejores que ellos
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